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No represento al Círculo. Mencionarlo en la invitación, es manera de acreditarme, ocultando mi nombrre in un anonimato transitorio. Tema; R.D lector ejemplar i patrono del lector profano. Profano: (Del lat. “profanus”, lo que está antes, fuera del templo). Se dice de lo que no es sagrado ni sirve para usos sagrados. (2) Ignorante, lego. (María Molinoari: Diccionario de uso del español) En el prefacio de p.p. RD afirmó: no soy un poeta para las muchedumbres, pero se que indefectiblemente tengo que ir a ellas. Soy parte de esa muchedumbre a la cual ha llegado R.D. En el transcurso de esta charla empleo el concepto lectura en una acepción más amplia que la corriente. Entiendo como lectura la operación compleja pr medio de la cual el ser humano capta e interpreta los signos que percibe. Según esto, se puede leer con los oídos, con el tacto, con el olfato: con los cinco sentidos auxiliados por el conciente, el preconciente y la memoria i la imaginación. Según leemos en su Autobiografía, Rubén entró al mundo de la literatura activa y pasiva sin la asistencia de las letras: “La casa era para mi temerosa temerosa por las noches. Anidaban lechuzas en los aleros. Me contaban cuentos de ánima en pena y aparecidos. Los dos únicos sirvientes: la serapia y el indio Goyo (...), la madre de mi tía abuela, una anciana, toda blanca por los años, y atacada de un temblor continuo (...) también me infundía miedo, me hablaba de un fraile sin cabeza, de una mano peluda que perseguía como una araña. Se me mostraba, no lejos de mi casa, la ventana por donde a la Juana Catina, mujer muy pecadora y loca de su cuerpo, se la habían llevado los demonios. Una noche, la mujer gritó desusadamente; los vecinos se asomaron atemorizados a ver a la Juana Catina, por el aire, llevada por los diablos, que hacían un gran ruido, y dejaban un hedor a azufre”. (Autobiografía). Así entraba el poeta en la literatura oral, que es la savia eterna de todas las literaturas escritas, en los que muy pronto penetraría Rubén por la senda delos libros: “En un viejo armario encontré los primeros libros que leyera. Eran un Quijore, las obras de Moratín, Las Mil i una Noches, la Biblia, los Oficios de Cicerón, la Corina de madame Staël, un tomo de comedias clásicas españolas, y una novela terrorífica de ya no recuerdo qué autor, La caverna de Strozzi. Extraña y ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño.”(Autobiografía). A los 10 años de edad se impregnó Rubén de las esencias maravillosas de libros fundamentales que determinaron el desarrollo de su sensiblidad y su talento. A los 17 años (1884) empleado en la Biblioteca Nacional, leyó intensamente los prólogos y algunas obras de la Colección Rivadeneira, que por aquellos años tenía publicados—63 volúmenes de esa formidable compilación— de clásicos españoles. Notemos que Rubén emprende esas lecturas sin apoyo ajeno. Esta lectura directa es la que forja al lector, porque le exije la máxima actividad,la aplicación no sólo de la retentiva i la inteligencia sino también del sensorio y las emociones. “Para cada individuo existen dos clases de material legible: por un lado, algo que pueda leer sin esfuerzo, para ser informado, porque no le comunica nada que no pueda inmediatamente comprender; por el otro, algo que se halla por encima de él, en el sentido que lo desafía a que haga esfuerzo de tratar de entenderlo.” 1 No es el dato el que me enriquece, sino el impulso por captar con la intuicion, el sensorio y el entendimiento los signos de la comunicación. Cuando observo que los estudiantes se empeñan en la búsqueda de lo que llaman el mensaje de la obra literaria me doy cuenta que el universo real tan complejo de la obra lo han reducido a uno de sus componentes; el discursivo or el anecdótico. Si la obra literaria se pudiese reducir a esos elementos, bastaría leer resumenes o reseñas. Olvidamos que la literatura es un arte y no una ciencia. La literatura causa en nosotros fenómenos equivalentes a los que provoca la música, la pintura, la danza. Voy a referirles una experiencia personal: los primeros versos de Rubén Darío no los leí sino que los oí a mi hermano mayor i mi madre caminando por la casa recitaban versos de Rubén, fragmentos o composiciones enteras:
Se me grabaron tan hondamente en la afectividad y en la memoria que de cualquiera de estos poemas recuerdo mas de una estrofa y aun puedo recordar algunos por entero. Cuando los oía en mi infancia estoy seguro de que el significado de muchas palabras y aún el significado general de cada composición se me escapaban. Pero me invadió para siempre su honda emanación poética o cuando menos musical o plastica de aquellas composiciones. Mi subconciente se impregnaba de la polifonía de Rubén: del acento indeciso de su adolescencia biologica y estética, del dejo gayo i engallado de su juventud y del los tonos guares i punzantes de la madurez carnal y espiritual de Dario. Nadie me esplicaba en mi infancia los versos de Rubén. La vida y ellos iban construyendo poco a poco, secretamente, al empecinado lector que he venido siendo. Tal vez ésta experiencia personal me ha convertido en un opositor recalcitrante de algunos especialistas que pretenden resrvarse la crítica de arte. Me encoleriza esa pretensión. Me parece estremadamente perjudicial. Yo creo que el lector común i corriente debe compartir, incluso desde las tribunas o la pájina impresa, la impresión que vayan dejando en su ánimo los libros que le conmuevan. A este propósito conviene recordar las aseveraciones de Gabriel Garcia Marquez en un encuentro de escritores latinoamericanos y sovieticos: “Los críticos dicen muchas cosas, tantas que desde hace mucho tiempo no los leo. Tengo un prejuicio contra los críticos. A mi me gustaría que la comunicación fuera directa entre el autor yel lector. Yo siempre escribo con la ilusión de que estoy escribiendo para el lector y que no va a pasar [la obra] por nadie antes de llegar al lector (...) Ciertos críticos tienen la tendencia de decirle al lector, antes de que este lea el libro, qué quiso decir el autor. Entoces la comunicación no es directa (...) tengo la impresión de que los críticos se han colocado entre el autor y el lector, y a veces no dejan ver. A veces uno quiere decir: Apártense, que yo quiero hablar con el lector y no con ustedes.” Pienso que la calidad de los escritores proviene de esa comunicación directa con sus lectores. Yo pienso que el mejor libro ha de ser un pre-texto para que el lector formule su propio texto, no importa cuanto valga ese texto personal, que es el que más interesa en relación con el desarrollo del las facultades del lector, de todas sus facultades no solo de las discursivas. El maestro Alfoso Reyes opinaba que el fin de la creación literaria no es povocar la exegesis sino iluminar el corazón de los hombres en lo que tienen de meramente humanos y no en lo que tienen de especialistas en esta o en otra disciplina. Y la crítica impresionista no es más que el reflejo de esta iluminación cordial, no es mas que la respuesta humana, autentica y legítima ante el poema. Estas sabias palabras de don Alfonso están en las páginas de dos Antologías Alfonsinas que andan por los estantes de esta biblioteca. Y para concluir con otra cita autorizada traigo aquí esta frase esplendida de Carlos Marx: No solo el artista crea una obra sino que la obra crea al artista. La obra literaria, damas y caballeros, es una obra de arte y no un tratado científico. El contacto directo sin intermediarios entre Rubén y los libros desarrolló el gusto y las facultades creadoras del poeta, cuya formación escolar, graduada, fue sin duda deficiente. Ojalá nuestros estudiantes, encuentren maestros que sepan sustraerlos a la influencia esterilizante de algunos programas de Español. Ojalá maestros, estudiantes y lectores profanos no olvidemos que el mensaje de la obra artística es toda la obra artística. Y que cada uno de sus elementos matiza, modula el significado de cada uno de los otros y el sentido del acorde. Y que en relación con la obra de arte, letra, figura o sonido, el mejor y más ilustre de los juicios ajenos no vale para el lector lo que vale para si mismo y para la formación de su propio gusto, la mas humilde de sus impresisones, siempre que procedan de la percepción enamorada y cuidadosa de la obra. En esta clase de lectura libre y lilbertadora Rubén Dario, Joaquín Pasos, Alfonso Cortéz, Azarías Pallais, Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra, lectores jprofanos todos, ellos, son ejemplares de lectores apasionados y fértiles. Flavio C. Tijerino |