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Balet Puntiagudo, el ondeante, durísimo, arabesco rasga el himen de la noche. Tu carne, ofrecida, inescrupulosa castidad, levanta con jesto irreprochable, lamoso muro vertical donde la yedra resbala, por donde caen sus crepitantes zarcillos. sombra que busca abrazarse a cuerpo, inútilmente como las vírgenes se acarician en lo oscuro, derramando en vano su ardor sobre las sábanas enteleridas inocente, encelada cada vez más cerca de ti misma, sin encontrarte el sexo deleitoso. Ah, tú, virjen vijilada por lagartos cuyos ojos llamean en la noche; grita tu nombre desde el fondo de las edades, proclama tu entrega absoluta; sílaba a sílaba, incorpórate a ti misma, muchacha, ahora cubierta de velos, enajenado abanico danzante revelación y clausura de secretos jenitales, desnudez primijenia, adivinado olor vital erecta pulsación en el vacío, opresora debilidad. Vaivenes sin fin, te niegas, vertijinosa, en dádiva secreta; abre i cierras tus muslos que iluminan luces despiadadas. Pára tu danza, la ardorosa espiral de tu fuga conjelada. Recuesta el anheloso, trémulo, pubis; estiende la sólida i tersa ternura de tus piernas; acerca a la boca sedienta el vaso donde el amor se le aceda su vino solitario. ábrete, higo maduro, al sol y a las abejas. Para tu danza. Acuéstate, ondeante como una mar apasionada, de fosforescentes pupilas lujuriosas i viudas. Descuélgate, guitarra, pendiente de esa música vertiginosa; despréndete , i que él toque, por fin, la serenata, aquella que nadie mejor que tu amado tocaría en el desamparo del tiempo donde la sangre aúlla a fujitivas gacelas enceladas. Flavio César Tijerino http://www.flaviotijerino.org/poemas/poema_57.htm Siguiente Regresar a Lista de Poemas |