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A algunas ilustrísimas señorías Por Flavio César Tijerino Dm, Junio 14, 1981 Monseñores: Los vocatives que inician esta carta revelan hasta qué punto os alejáis i os distinguish del seglar nicaragüense; distinción i rupture que no se orijinan en el evangelio sino en el ceremonial cortesano de los emperadores. Ante vuestras señorías ilustrísimas los simples mortales no sentimos otra cosa que pávido respeto. Tenéis las llaves del reino i el poder de atar i desatar en el cielo i en la tierra. Asumís entonces, poderes absolutos atribuibles al Amor Crucificado del que solo os diferenciáis en que él no tuvo principio ni tendra fin, i vosotros tuvisteis comienzo i la muerte os aguarda como a toda criatura nacida de mujer. Por otra parte, sois miembros de una institución que Jesucristo fundó para servicio de los hombres, para anunciar a los pobres la Buena Nueva i para proclamar la liberación de los cautivos i la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos; para repetir con la Madre Virgen que el Señor a los hambrientos colma de bienes i despide a los ricos sin nada (Lucas 4, 28; 1, 13); misión que los santos de la Iglesia han cumplido pero que muchos de sus jerarcas han traicionado porque en sus negocios con las oligarquías aprendieron a vestirse como ellas, i aposentarse como ellas en palacios edificados con la sangre de los pobres; allí donde el clamor de los oprimidos no alcanza, i donde se urdieron complicadísimas lejislaciones como instrumentos eficaces de mando en este mundo y el otro. A lo largo de la historia el sufrimiento de los santos atestigua que los poderes concebidos absolutos se ejercen absolutamente contra los débiles, i que los servidores de los oprimidos mancomunaron sus intereses con los intereses de los opresores. De los señores aprendisteis, monseñores, a adjudicaros el secreto de cada una de las ciencias, artes i oficios humanos. Aunque la historia de la Iglesia nos enseña que los obispos, al igual que todos los hombres, se equivocan i que también dañan as sus hermanos. Pero ?quién se atreve a decirlo si vuestras señorías ilustrísimas disponen de un arsenal canónico jigantesco i de una máquina formidable de relaciones que aplasta cualquier inconformidad?. Vuestras señorías ilustrísimas os condenasteis a lo peor: a tener siempre la razón. Apoyaron los obispos durante casi cuarenta años al dictador, —i tenían razón; bendijeron sus obras —i tenían razón; asistieron los príncipes de la Iglesia al ritual histrionico de la coronación de la hija del déspota —i tenían razon; i desempolvaron infolios i eshumaron teolojías para negarle al pueblo el derecho a la rebeldía —i tuvieron los obispos razón, i en nombre de las llaves del Reino exijieron a los seglares sometimiento interior i esterior a cartas episcopales que defendían al tirano. Heredaron sus hijos el trono i el altar i avalaron los obispos la lejitimidad de la herencia, Más tarde, rompiron los obispos con los hijos del sultan —i tuvieron razón. Ahora los obispos fortalecen las estructuras oligárquicas, —i tienen razón. Y ahora a algunos hermanos vuestros, sacerdotes, les ordenáis que sometan su conducta i su conciencia a una orden vuestra que fundamentáis en opinions políticas discutibles, —i de Nuevo tenéis razón. ¡Qué espantoso tener siempre razón! Nunca esperimentar la saludable noticia de que sois como todos los hombres, pecadores, orgullosos, débiles, traidores a Jesús. Igual que todos los hombres, ilustrísimas señorías. ¡Cómo os negáis el gozo de los santos!: escuchar de otros hombres el memorial de agravios que nos convierte en deudores de nuestros hermanos, víctimas de nuestro orgullo iracundo, pecado cuyo reconocimiento quema toda presunción de inocencia i que nos debe arrodillar ante el prójimo para decirle: "hermano, he pecado contra el cielo i contra ti". Pero vuestras ilustrísimas señorías nunca pedirán misericordia porque siempre tienen razón; porque el principio de autoridad es el supremo mandamiento: en él se cumplen la lei i los profetas. A algunas ilustrísimas señorías, 14 de Junio 1981 Regresar a Publicaciones |